top of page

APEGO SEGURO en los bebés. Cómo se logra?


La salud mental de los bebés y los niños se logra al experimentar una relación cálida, íntima y duradera con su madre o cuidador principal.

El vínculo de apego no es un acontecimiento súbito, no se da en un solo instante.

El recién nacido posee una serie de herramientas para lograr el apego. Este equipamiento puede resumirse en:

  • los reflejos (orientarse, aferrarse, succionar, balbucear);

  • las competencias para expresar estados internos como el llanto o la sonrisa;

  • los sentidos, como receptores de información de los estímulos del mundo y

  • un desarrollo cerebral que permite cierta organización y respuesta tanto a estímulos internos como externos.


Estas capacidades se ponen al servicio de procesos de interacción tempranos con la mamá. El desarrollo cognitivo y el aprendizaje, culminan hacia los dos años en la organización de un modelo mental de la relación.



ree


Un modelo mental de la relación Bowlby señalaba que las vías de desarrollo del apego de cada niño son particulares y dependen del propio niño, de la madre y de las características del entorno en el que tiene lugar la relación. No obstante, describe este proceso de desarrollo de manera genérica, a lo largo de 4 fases.

Primera fase: orientación y señales con una discriminación limitada de la figura o fase inicial de apego (0-3 meses)


La primera fase comienza en el nacimiento y transcurre durante los tres primeros meses de vida.


El origen del vínculo de apego se encuentra en los reflejos innatos del bebé (como los de orientación, aferramiento y búsqueda); los sistemas para expresar estados internos (como el llanto) y los sentidos que le permiten recibir información del exterior. Estas competencias innatas, además de la función de supervivencia, tienen la de promover la orientación, la proximidad y el contacto con el adulto. Además, expresan las sensaciones corporales del bebé, ya que son el primer medio de comunicación de este con su madre.

De forma complementaria, los adultos, y en particular la madre, tienen tendencia natural para orientarse y preservar la supervivencia del bebé.


El llanto del bebé, por ejemplo, resulta un estímulo relevante frente a otros e impulsa a la madre a su cuidado y protección. Desde el nacimiento, el bebé es un ser social. Si se atienden estas necesidades del niño, se pueden situar los primeros cuidados sensibles, que resultan las bases de un apego seguro.


Al final del tercer mes, el bebé muestra claramente competencias sociales reaccionando de manera más evidente ante cualquier adulto que intente interactuar con él de manera cálida.


Segunda fase: orientación y señales dirigidas hacia una o más figuras discriminadas o fase de apego en construcción (3-7/8 meses)


Durante este periodo, aunque el bebé sigue estando abierto a las interacciones con figuras no familiares, discrimina claramente entre figuras familiares y extrañas, y de entre las familiares muestra abierta preferencia por la figura materna.


Esto supone un hito esencial en la formación del vínculo de apego.


En este momento del desarrollo, el bebé dirige sus comportamientos de apego (como el llanto) preferentemente hacia la madre y será ella quien sea capaz de calmar al bebé de manera más rápida y eficaz.


Durante estos meses, la preferencia por la madre también se hace evidente en comunicaciones positivas como la sonrisa o la vocalización preferente hacia la madre frente a figuras desconocidas. En esta fase es evidente para todo el entorno (y para la propia madre) que ella tiene un papel principal en el bienestar del niño. Durante mucho tiempo se pensó que había que esperar al pensamiento simbólico para que el niño hubiera adquirido una representación de la relación con cualquier persona y, para lo que nos interesa, con la madre. Sin embargo, estudios recientes han puesto de manifiesto que desde los cuatro meses, los niños son capaces de discriminar y detectar el contexto interactivo con el cuidador principal, estableciendo unas imágenes mentales muy rudimentarias pero eficaces.




Tercera fase: mantenimiento de la proximidad a una figura discriminada mediante señales y locomoción o de claro apego (7/8 meses-segundo o tercer año de vida)

Bowlby señala que algunos niños pueden retrasar el comienzo de esta fase hasta los 12 meses, dependiendo de las características de la díada. En esta fase, se considera que surge el apego propiamente dicho.

En cualquier caso, durante este largo periodo, el cuidador principal se convierte para el niño en la figura referente a la que dirigir sus demandas de protección y cuidado. Estas demandas se sofistican y se hacen más complejas gracias a la aparición y el desarrollo del lenguaje y la locomoción, pero también al progreso de competencias cognitivas y de regulación emocional.

Uno de los hitos de este periodo es la aparición del miedo a los extraños y la regulación de este.

Hacia los siete meses se observan claramente las primeras conductas en respuesta a la separación de la figura de apego.

Alrededor de los seis u ocho meses, se produce también un comportamiento complementario: el niño se muestra cauteloso e inhibe sus comportamientos ante personas que no conoce. Sobre el octavo o noveno mes será cuando, abiertamente, el niño muestre miedo a los extraños. Este miedo se acompaña de protesta, retraimiento o huida si estos tratan de interactuar de forma abierta con él. Dicho comportamiento se intensificará hasta llegar al segundo año de vida, en el que el desarrollo cognitivo, el refinamiento de sus competencias de autorregulación y la historia afectiva del niño y su cuidador principal, modularán dichas respuestas. Durante esta etapa, el niño es capaz de activar y desactivar el sistema comportamental de apego y de exploración, gracias al desarrollo de habilidades motoras, de lenguaje y cognitivas.

Se trata de un proceso gradual en el que el niño va combinando la necesidad de proximidad física con una mayor autonomía e independencia.

Hacia los 12 meses ambos sistemas se encuentran organizados y pueden observarse cuando se dan las circunstancias oportunas (como ante una situación que es vivida como amenazante por el niño, entre las que destacan la separación de la madre).



A esta edad, los niños ya han aprendido:

a) Si sus demandas de afecto y protección son respondidas por sus figuras de apego.

b) Qué señales de su sistema comportamental de apego son más exitosas a la hora de recibir apoyo de sus cuidadores principales.

c) Si esas respuestas le han procurado sensación de confort y seguridad ante situaciones que le producen estrés o amenaza

La activación de los comportamientos de apego, sistema innato que, tienen como objeto la cercanía y seguridad de la madre. Estas experiencias quedan grabadas y formarán parte del estilo de acercamiento afectivo a todos los vínculos posteriores que establezca la persona.


Cuando el niño no recibe atención que le brinde seguridad y afecto, no establece un patrón de apego seguro y puede darse el desarrollo de patologías como la “psicopatía de la falta de apego”, la persona presenta una incapacidad afectiva, social y emocional en general e inexistente sentimiento de culpa.


 
 
 

Comentarios


  • Facebook
  • Instagram

alejandragmoreno@gmail.com

IG: @psicologicamenteterapia

CONTACTO

© 2020 by Lic. Alejandra García Moreno Proudly created with Wix.com

bottom of page