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NOMADES Y EMIGRANTES

Actitudes de afrontamiento y adaptación

“Quiero conocer otros lugares del mundo”. “Me voy a buscar nuevas oportunidades”. “No soporto más estar sin trabajo, me quiero ir”. “Voy a encarar una maestría”…


Cuando estos deseos se presentan, muchas son las emociones que conllevan.

Decidir vivir en otro país puede surgir como un plan de progreso o con el fin de vivenciar nuevas experiencias. Diferentes culturas y lenguajes conjugan un sinnúmero de oportunidades.

Algunos van recorriendo diferentes lugares, se mantienen en base a diversos trabajos que les permiten sustento en cada sitio que visitan, buscan el placer de conocer nueva gente, diferentes idiosincrasias y paisajes desconocidos. Incorporan experiencias gratas y de las otras. Son los llamados nómades, por lo general jóvenes entre 25 y 35 años de edad, que cambian de trabajo, país, profesión, desafían los “lugares seguros” y encaran el pasaje de una situación presente a otra futura incierta, eligen lo que quieren, desean una vida mejor, quieren permanecer en el sistema disfrutando de este mundo VICA, pero sin perder la conexión con lo humano y sus valores. Saben que encontrarán la identidad en su propio interior.


Otros dejan el país por necesidades específicas, motivos inevitables, personales o familiares, a veces se van solos, a veces con su pareja y con sus hijos. Las edades de este grupo pueden ser variadas.


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En todos los casos existen impactos psicológicos muy marcados, sea por placer o por angustia. No siempre es fácil establecerse fuera del lugar de origen. Las raíces casi siempre se quedan donde fueron plantadas y, tarde o temprano, surgen de nuestro inconsciente.


Sin embargo, siempre existe la opción del apoyo terapéutico. Es válido tanto en forma preventiva, para prepararse emocional y mentalmente para emigrar, como cuando ya están lejos y aparecen dificultades para continuar.

Hoy la terapia online, en el idioma de origen, se encuentra al alcance de cualquier celular y en cualquier parte del mundo en que te encuentres.


Al emigrar es importante tener en cuenta varios pilares que te ayudarán en los nuevos propósitos.

  • Evaluar tus fortalezas y debilidades de manera consciente para poder enfrentar nuevos desafíos.

  • Si en el lugar al que nos dirigimos no se habla nuestra lengua materna y no estamos suficientemente preparados, debés ser consciente que al principio la dificultad de conexión social será muy incómoda. Por la calle pareceremos sordomudos, pero esto se irá manejando con nuestra capacidad de adaptación, con nuestra habilidad para hacernos comprender. O con cursos de apoyo en el país al que se llega.

  • La edad joven es dúctil, sin embargo la experiencia compensa cualquier desbalance de oportunidades en el país que nos reciba.

  • Estar preparado para “recomenzar desde el principio” si las cosas no resultan como se planeó. Saber que caer y levantarse es muestra de madurez.

  • Considerar que reinventarse puede resultar muy importante para hacer tareas similares, complementarias o diferentes a las que manejábamos originalmente.

  • Si no existen relaciones familiares o de amistades, vincularse con asociaciones de compatriotas permiten recuperar muchas de las bases que nos dieron origen.

  • Evaluar el costo de vida y con cuánto dinero contamos para hacer frente a la búsqueda laboral o de estudios pretendidos. Conocer los requisitos económicos del país y si existen planes de créditos posibles para inmigrantes. La angustia monetaria se equilibra con la propia resiliencia y la capacidad de adaptación, aún para vivir mediante “survival jobs” hasta lograr la meta final.

  • Evaluar conscientemente si quienes nos van a acompañar están dispuestos a manejarse en los mismos términos que nosotros. O tal vez, asegurarnos primero individualmente en el lugar para sentar bases que, luego, les darán seguridad a ellos viajando posteriormente.

  • Mantener vínculo electrónico permanente con familia y amigos en nuestro país de origen para enfrentar lo que la psicología cognitivo-conductual denomina el síndrome de la soledad inquieta (SSI), que refiere a padecimientos depresivos leves o pequeñas crisis nerviosas por la necesidad de compañía.

  • Tomar medidas correctas para vivir fuera de nuestra cultura original o de nuestro lenguaje no siempre resultan simples, dependen de cada individuo, generan ansiedad y nerviosismo, y debemos prepararnos mentalmente para poder manejar las emociones consecuentes. Se requerirá de un equilibrio consciente para manejar la inseguridad que puede generarse por no conocer si será fácil o difícil la adaptación.

  • Por lo general se viven varias etapas hasta llegar a una vida de un migrante adaptado. El optimismo inicial y la avidez por conocer la nueva vida ocultarán negatividades del lugar que comenzarán a evidenciarse una vez asentados. Pasado un tiempo, a veces un par de años, pueden provocarse ciertas desilusiones si las metas deseadas no se cumplen o se demoran demasiado. Tal vez entonces comiencen a visualizarse los aspectos negativos de la cultura o del lugar. Puede aparecer la nostalgia, la necesidad de escuchar música o lecturas que nos mantengan conectados con aquello que dejamos. Pero finalmente se logra la adaptación final.

  • Obtener el sentido de pertenencia a la nueva situación será fundamental para nuestra salud mental y la subsistencia emocional, de lo contrario se vivirá en constante angustia que requerirá alguna ayuda profesional. Siempre sabiendo que pedirla es signo de adultez se podrá conducir la presión emocional, familiar o de la personas del lugar. La alegría, la añoranza, la tristeza, la ansiedad, la ira, o cualquier otra emoción por afrontar la nueva vida, serán reacciones psicológicas esperadas y manejables en toda migración, sin que lleguen a implicar cuadros psicopatológicos graves.

RC- Oct 2020












 
 
 

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